Un francotirador dejó parapléjico al magnate del porno Larry Flynt por publicar una foto de una relación interracial
“Me disparó a causa de una foto”
LARRY FLYNT
Larry Flynt se dedica al negocio de divulgar tetas y, sin embargo, arrancó prometiendo más pena que gloria y debutó en la equitación montando a una gallina. Tenía quince años y ganas, como todos, y unos chavales que estaban más vivos que él le dijeron que si no quería ir verde con una chavala lo mejor era ensayarle antes a un ave de corral. Larry Flynt mangó una gallina, le encontró la salida y atinó y, como se conoce que después le dio vergüenza, recién terminó la mató rompiéndole el cuello. Fue un asesinato innecesario, en realidad (y el final abrupto de una historia de amor), porque su padre era un borracho indecente, además de un hombre de mundo, al que le hubiera importado medio rábano que su hijo celebrase un matrimonio interracial. Con el tiempo a Larry Flynt las relaciones coloristas y las alegres mezcolanzas le trajeron la desgracia y por publicitarlas le pegaron un tiro en la médula que le condenó a una silla de ruedas.
Larry Flynt nació en noviembre de 1942 en el condado de Magoffin, en el húmedo estado de Kentucky, en el que destetan a los mamones con whisky de alambique y les duermen con nanas tocadas con un peine y un balde de latón. Poco después de su noviazgo con la gallina, Flynt mintió sobre su edad y se alistó en la marina, donde sirvió a bordo del mítico portaaviones USS Enterprise y aprendió a jugar al póquer. En los permisos traficaba con licor y se licenció honorablemente en 1964. Con las pagas atrasadas le compró a su madre el bar Keewee de Dayton, en Ohio, en el que trabajó en jornadas de veinte horas diarias sostenido por un régimen de anfetaminas que le hicieron polvo el tiesto y crió un trastorno bipolar. Larry Flynt echaba a los curdas personalmente inflándoles a hostias y empezó a coleccionar matrimonios, ordeñó la tasca hasta sacarle mil pavos a la semana y con los beneficios puso el Club Hustler, en el que había peleas por entrar porque las camareras ponían las copas enseñando los melones. El negocio le fue tan bien que puso franquicias de sus tinglados y se casó por cuarta vez con Althea Leasure, una bailarina de barra a la que la vida ya no le podía sorprender. Althea Leasure creció en un orfanato porque cuando tenía ocho años su padre se suicidó después de liquidar a tiros a su madre, a su abuelo y a un tipo que estaba en casa tomando café. Althea conoció a Flynt cuando bailaba el parrús en uno de sus clubes y entre los dos levantaron la revista “Hustler”, un mensual de tetas que enseñaba primeros planos de vulvas y que dejó al Playboy en una hoja de parroquia. “Hustler” era para camioneros que iban al grano y no para los medias pichas que compraban revistas de chicas por los artículos. Sí, sí, y por los crucigramas. En el número de agosto de 1975 Flynt publicó fotos de Jacqueline Kennedy en cueros y se hizo millonario. “Hustler” prometía amarillismo y culos, cántaros y panochas y cada cierto tiempo pasaba por los tribunales por cargos de obscenidad. Larry Flynt salía de las ordalías de una pieza acogiéndose a la Primera Enmienda de la constitución y en 1977 vio a Dios durante un vuelo en su jet privado y se convirtió a la religión evangélica, pero dejó de mear pilas al año siguiente, cuando un supremacista blanco le pegó un tiro en la médula por haber publicado fotos porno en las que aparecía un hombre negro arrimado a una mujer rubia.
Un francotirador medio ciego
A James Clayton Vaughn no le gusta el café con leche. James Clayton Vaughn es una basura blanca de Mobile, Alabama, cuyo padre le deslomaba a correazos cada vez que se entrompaba. Desarrolló un trastorno alimenticio y se convirtió en un saco de huesos, acudía con regularidad a la iglesia y cuando estaba en el instituto se metió un trompazo en bici y perdió la visión total del ojo derecho y parcialmente la del izquierdo. Por ver menos que un topo se libró de hacer la mili en Vietnam, pero se tatuó un águila de cabeza blanca en el brazo y tuvo la intuición de que Dios le había elegido para iniciar una guerra racial. Se arrimó a los capirotes del Klan y se cambió el nombre por el de Joseph Paul Franklin, en honor a Paul Joseph Goebbels, el ministro de propaganda de Hitler, y a Benjamin Franklin. Se hizo forajido y vivió nómada asaltando bancos disfrazado de vaquero de Marlboro y de ángel motorista. En julio de 1977 le pegó fuego a una sinagoga y en agosto mató a tiros a una pareja mestiza en Madison, Wisconsin. Le cogió gusto al gatillo y practicó el tiro al café con leche durante tres años a lo largo de diez estados. Intentó asesinar al presidente Jimmy Carter cuando anunció su política de compromiso para favorecer la incorporación de personal de color en puestos de gobierno. Carter se tomó unas vacaciones en abril de 1980 y se fue de pesca a Plains, Georgia. Joseph Paul Franklin se apostó en el bosque con un rifle Remington del 30-06 y dominó el caladero del presidente. A pesar de no ver a tres en un burro con su único ojo en funciones era capaz de acertar a un blanco a ciento cincuenta metros. Eligió el 21 de abril para disparar pero el día anterior a Jimmy Carter le atacó un conejo de pantano (sylvilagus aquaticus) y decidió suspender la siguiente salida. El suceso apareció en el Washington Post con el titular “El presidente atacado por un conejo” y lo ilustraron con un dibujo como el del cartel de la película “Tiburón”. La vida es un puro disparate. Bugs Bunny salvó al presidente del maní. ¿Qué hay de nuevo, viejo? Franklin también intentó matar al reverendo Jesse Jackson y en abril de 1980 disparó contra el líder negro Vernon Jordan, que sobrevivió de milagro a un tiro que le entró por la espalda, le destrozó el intestino y le salió por el pecho.
Franklin leía la revista “Hustler”, puede que con una sola mano, y no tenía nada contra Larry Flynt hasta que vio una pareja mixta en la página de la grapa y decidió escarmentar al editor. El 6 de marzo de 1978 le disparó desde cuarenta metros con un rifle Remington 700 del calibre 44 y le seccionó la médula. Después se escapó en bicicleta. Larry Flynt no volvió a pasear y se hizo adicto a los analgésicos, le extirparon varios nervios para atenuarle el dolor y se acabó presentando a la presidencia de los Estados Unidos disputándole la silla a Ronald Reagan. Ofreció un millón de machacantes por cualquier información sobre escándalos sexuales de políticos, le acusaron de insalubre por rodar pelis porno con actores sin condón y una hija suya le acusó de cariñoso. En 2001 su patrimonio neto era de cuatrocientos millones de verdes, centavo arriba, centavo abajo. A Franklin le trincaron en 1980 y le condenaron a dos penas de muerte por el asesinato de quince personas, entre parejas mestizas, hombres negros y una prostituta blanca que atendía a clientela morena. En el juicio dijo que era lamentable que fuese ilegal matar judíos. En el patio del trullo cinco negratas le metieron cuarenta puñaladas con cuchillos hechos con latas de sopa pero sobrevivió y hoy está a la sombra en el Centro Correccional de Potosi, en Missouri, tachando los días en el calendario en el corredor de la muerte. El 20 de este mes tiene cita con el practicante para que le ponga la inyección de la risa. Larry Flynt anda, es un decir, intentando que revoquen su ejecución y ha dicho que un gobierno que prohíbe la muerte entre sus ciudadanos no debería dedicarse a matar gente.
MARTÍN OLMOS