MARTÍN OLMOS MEDINA

Al infierno sobre una Biblia

In Ejecuciones y linchamientos on 15 de septiembre de 2015 at 0:04

ILUSTRACION DE MARTIN OLMOS

Electrocutaron a un niño de catorce años en Carolina del Sur.

“Los culpables es mejor elegirlos que buscarlos”

MARCEL PAGNOL

 

 

El miércoles 17 de diciembre de 2014, la juez Carmen T. Mullen de Carolina del Sur exoneró a George Stinney Jr. de los asesinatos de las niñas Betty June Binnicker, de once años, y Mary Emma Thames, de siete, al considerar que durante el proceso en el que se le condenó se vulneraron sus derechos constitucionales. George Stinney Jr. recogió el veredicto con una ligera displicencia y continuó con sus asuntos aunque, ab imo pectore, su nuevo régimen jurídico le importó más bien la mitad de una mierda porque llevaba setenta años muerto. Los muertos razonan en metáfora porque se manejan en un paisaje intangible y George Stinney Jr. pensó que la justicia a destiempo tiene la consistencia de un pedo en el medio de un huracán. George Stinney Jr. era negro, tenía catorce años, cuarenta kilos de peso y metro y medio de estatura y para freírle el cerebro con una oleada de 2.400 voltios de electricidad le tuvieron que sentar encima de una Biblia para que llegase al casco de los electrodos. George Stinney Jr. era el negro que hubo a mano para arrimarle el marrón. En el aspecto funcional, los negros, los tontos y los forasteros siempre están a mano, bajo la lluvia, como los perros mojados, para que les arrimen el marrón. En el aspecto funcional, jamás una Biblia cumplió con tanta competencia el acercamiento de un mortal a Dios. A George Stinney Jr. le dieron ochenta días de desamparo y un picapleitos con sus propios asuntos en la cabeza y muchos favores que devolver. Le dieron un juicio para apaciguar a la vainilla protestante y un helado, no se sabe de qué sabor, y le dieron tres calambrazos en la mollera que recibió perplejo y sentado sobre una Biblia. Si George Stinney Jr. alguna vez pecó Dios le perdonó, porque ese es su trabajo, y de la justicia de los hombres recogió setenta años después una exoneración que abrazó con una ligera displicencia y siguió con sus asuntos de niño muerto, sean cuales fueren, y pensó que a buenas horas, mangas verdes.

Estallidos de mayo

En Alcolu, en el condado de Clarendon, en Carolina del Sur, se vivía de los aserraderos, no se tomaba café con leche y las chabolas de los negros y las casas de los blancos estaban separadas por las vías del ferrocarril. En las veredas crecían las pasionarias, que las llaman las flores de los Clavos de Cristo. En Carolina del Sur a las flores pasionarias también las llamaban los Estallidos de Mayo en una gracia más bien antojadiza teniendo en cuenta que florecen de julio a octubre. Los negros trabajaban acarreando la escoria de la madera y se mantenían en su lado de la vía y las niñas blancas Betty June Binnicker, de once años, y Mary Emma Thames, de siete, salieron en sus bicis el 23 de marzo de 1944 para recoger flores pasionarias y no regresaron vivas. Un piquete de búsqueda las encontró a la mañana siguiente muertas en una zanja, con las cabezas destrozadas a golpes. El forense Charles Moses Thigpen determinó que les habían roto los cráneos por cinco partes a contundentes estacazos con un objeto parecido a una maza y que habían hurgado en los genitales de Betty June Binnicker, la mayor de las dos niñas. Los polis paletos de Alcolu iniciaron las pesquisas y detuvieron a George Stinney Jr. por la razón de que fue la última persona que las vio vivas cuando las dos chavalas detuvieron sus bicis frente a su casa y le preguntaron por un lugar donde creciesen las pasionarias. Los pasmas paletos de Alcolu se encontraron delante de un buen negro para un marrón, le metieron en una habitación sin abogados y, a cambio de un cono de helado, le sacaron una confesión, que nadie se ocupó de escribir, en la que decía que pretendió la doncellez de Betty June Binnicker y cuando las niñas se defendieron las terminó a palos con una traviesa de ferrocarril que pesaba veinte kilos. Al día siguiente, al padre de George Stinney Jr. le despidieron del aserradero y tuvo que correr la comarca porque un piquete le quiso pegar fuego a la chabola y linchar al resto de su familia. Los negros se quedaron en su lado de la vía. Quedaban dos meses para que estallase mayo en flores de pasión. George Stinney Jr. se quedó desamparado en la cárcel del rostro pálido y le juzgaron conforme a la ley de Carolina del Sur, que determinaba que un chaval de catorce años podía ser evaluado como un adulto, y conforme a la convicción luterana de que los mandingas enhiestan precoces por su proximidad con el mono. No hubo más conos de helado para George Stinney Jr. y le pusieron un picapleitos de cuarta ocupado en sus propios asuntos. Se libró la justicia del dividendo porque todo cristo debía favores.

 GEORGE STINNEY JR.

Se formó un jurado de blancos y a Charles Plowden le tocó defender al negro. Plowden tenía treinta años, era comisionista de impuestos y aspiraba a un cargo en la concejalía para el que necesitaba los votos de los blancos. El juicio empezó el 24 de abril de 1944 un poco después del mediodía en la corte del condado de Clarendon y mil quinientos palurdos sureños se tundieron a codazos para presenciar la ordalía del demonio negrito. Comentaron que a Stinney Jr. le decían el Torito porque se mezclaba constantemente en peleas y que era un mal bicho pardo y lascivo como un gorila. Las niñas blancas Sadie Duke y Violeta Freeman juraron que un día antes de los asesinatos las amenazó de muerte al lado de una iglesia y los palurdos prepararon las hogueras. Las niñas blancas Sadie Duke y Violeta Freeman disfrutaron de sus regalías de atención y recogieron la conmiseración por mártires en tentativa. Todo el mundo andaba buscando su tajada. Charles Plowden rindió una defensa más tibia que el pedo de una monja poniendo un ojo en los futuros sufragios y no se le ocurrió presentar testigos ni mencionar que cualquier patán con un conocimiento instintivo de la física podía concluir que un chavalín de cuarenta kilos no podía blandir con solvencia una traviesa de ferrocarril de la mitad de su peso corporal y golpear con ella con la suficiente violencia como para partir un cráneo en cuatro trozos. Tampoco consideró necesario argüir que la hermana de Stinney Jr. afirmó que el chaval estuvo con ella durante toda la jornada de los asesinatos, ni que no existía refrendo gráfico de la confesión. No ponderó siquiera el precio de mercado de un cono de helado. El resto de los mendas de la corte –el juez Philip H. Stoll, el sheriff Gamble, el forense Charles Moses Thigpen y el gobernador Olin D.T. Johnston- también eran blancos electos para la función pública cuyos traseros debían su confortabilidad a los votos de sus paisanos, con lo que liquidaron la vista en menos de cinco horas y en diez minutos el jurado dictó veredicto y a George Stinney Jr. le condenaron a morir en la silla eléctrica.

Desde su detención hasta la tarde en la que le pusieron en manos de Dios, George Stinney Jr. pasó ochenta días de desamparo, desabrigado en la mazmorra de los bwanas en completa orfandad. En un ciclo igual rindió Phileas Fogg una vuelta al mundo. Charles Plowden, cumplidor con sus intereses, renunció a presentar apelación y el gobernador Johnston no contestó a las plegarias de las iglesias locales ni a la Asociación para el Progreso de las Personas de Color (NAACP). A George Stinney Jr. le sacaron de su celda de la Penitenciaría del Estado de Carolina del Sur en Columbia a las siete y media de la tarde del 16 de junio de 1944, cuando estaban a punto de estallar las pasionarias, y le sentaron en la silla usando de alza una Biblia para que llegase a los electrodos y le metieron una descarga de 2.400 voltios que le hizo perder la máscara facial porque le quedaba grande. Oh, Dios lo sabe, la Biblia estuvo a la altura de las circunstancias, como los tacones de un enano. Le dieron otras dos acometidas y en cuatro minutos la diñó y se puso a esperar setenta años, fue perdiendo el interés y al final como que le que le importó media mierda que le remendasen la reputación.

MARTÍN OLMOS

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