Probablemente Kate Mamá Barker no fue una vieja que fumaba puros y disparaba metralletas Thompson
“La historia más ridícula de los anales del crimen es la de que Ma Barker fue el cerebro que estaba detrás de la banda Karpis-Barker”
ALVIN KARPIS. Autónomo.
Madre no hay más que una (y a ti te encontré en la calle) y la de Herman, Lloyd, Arthur y Fred Barker era de las de armas tomar, o por lo menos eso le pareció conveniente divulgar a John Edgar Hoover después de que sus agentes la acribillasen a balazos en una casa de Ocklawaha, en Florida, desde la que se veía el lago Weir en el que nadaban los caimanes. Los fieros bandidos no son capaces de parirse solos y sus madres se desvelan y les cantan nanas cuando son mamones y cuando barban y se tuercen los quieren igual, aunque les hayan salido bizcos. Los hermanos Barker eran delincuentes de la legua, al principio de calderilla pero que repecharon con el tiempo hasta el atraco de bancos y el secuestro y formaron parte de la generación de los Enemigos Públicos de la época de la Depresión, que fueron forajidos rurales que oficiaban en el nomadismo, no se encontraban cómodos en los grandes núcleos urbanos y ostentaron cierta aureola mítica de bandidos sociales cuando generalmente fueron pistoleros sanguinarios. El tiempo les sostuvo bien la leyenda porque tuvieron propensión a caer como pichones en una mañana de montería y rara vez se morían en la cama: a Herman Lamm el Barón le pareció mejor volarse la cabeza antes que entregarse a los federales en Sidell, Illinois; Floyd el Guapo, Cara de Niño Nelson, Harry Pierpoint y Homer van Meter fueron abatidos a balazos; a Dillinger le cazaron en Chicago, cuando salía del cine de ver una de gangsters y a Bonnie y Clyde les metieron 127 tiros en un andurrial de Luisiana. John Edgar Hoover hizo su carrera colgando las cabezas de los Enemigos Públicos en su comedor, cuando eran, como ha escrito Eric Hobsbawm, “figuras más bien menores y marginales en el escenario de la criminalidad norteamericana” y sus atracos tenían algo de anarquía campera en comparación con el gangsterismo organizado que surgió de la Prohibición. Hoover tenía cara de perro, dirigió el F.B.I. durante cuarenta años gestionándolo como un virreinato, en la intimidad se ponía medias de encaje de blondina y zapatitos de tacón porque era un poco sarasa y acabó mirando a través del ojo de la cerradura del dormitorio de Kennedy, que solía estar tan concurrido como una estación de cercanías. Se lo debió pasar en grande. Sin embargo, manejó la propaganda como nadie y cuando Mamá Barker terminó hecha un colador intuyó que apiolar viejitas con delantal no estaba bien visto y le cosió un traje de cerebro criminal que no se creyó nadie porque solo fue una señora que esperaba levantada a que sus hijos regresaran del tajo para ponerles un plato de sopa caliente y arroparles en sus camitas.
La banda Barker-Karpis
Kate “Mamá” Barker nació en 1873 en un agujero llamado Ash Grove, en Missouri, y cuando era una niña se alimentó de mazorcas de maíz y versículos del Eclesiastés. Se bañaba un sábado de cada tres, en una palangana, su verdadero nombre era Arizona Donnie Clark y cuando alcanzó merecimiento se casó con George Barker, que fue un borrachuzo de garrafa que le tenía alergia a la azada y que le cultivó cuatro hijos que salieron torcidos. A Mamá Barker no le sobraba la paciencia y un día echó a patadas a su marido y emprendió en solitario la educación de los chicos, que crecieron interiorizando un sentimiento más bien laxo acerca del derecho a la propiedad privada. Empezaron robando gallinas, hicieron la gira de los reformatorios y acabaron secuestrando ciudadanos y atracando bancos a tiros de metralleta Thompson. La prensa les llamó Los Sangrientos Barker. El primero en caer fue Herman, el mayor, que se pegó un tiro en la cabeza después de sostener una balacera con la policía en un granero de Wichita, en Kansas, en agosto de 1927. A Lloyd, el segundo de la camada, le llamaban el Rojo y le trincaron en junio de 1928 por el asalto a un camión correo en Baxter Springs, Kansas, y le condenaron a veinticinco años de toldo en el penal de Leavenworth. Arthur, que le decían Doc, y Fred Barker se asociaron con Alvin Karpis el Horroroso, un notorio expoliador que había hecho la carretera con John Dillinger, y formaron una banda en la que participaron ocasionalmente granujas de solvencia como George “Escopeta” Ziegler, veterano de las guerras de licoreros de Chicago, y Harvey Bailey, conocido como el Decano de los Ladrones de Bancos.
Mamá Barker acompañaba a los chicos a la puerta de la fábrica, llevándoles la merienda, participaba del botín y conocía su conducta, pero se quedaba en el motel y cuando Karpis y los Barker planeaban un golpe la mandaban a otra habitación a escuchar por la radio música hillbilly, que es la que tocan los blancos mugrientos de los Apalaches con un banjo y soplando un peine para celebrar que han cazado una zarigüeya. En junio de 1933, la banda Karpis-Barker secuestró a William Hamm, un industrial cervecero por el que sacaron cien mil dólares, y en enero de 1934 raptaron en St. Paul, Minnesota, a Edward Bremer, presidente del Banco Comercial del Estado por el que pidieron doscientos mil machacantes. Los federales de Hoover se les pusieron detrás. El agente Melvin Purvis el Nervioso, que había cazado a Dillinger, detuvo a Doc Barker en Chicago en enero de 1935. Le preguntó que dónde estaba su revólver y Doc le contestó: “en casa, y ese no es su sitio”. Una semana después, los federales sitiaron a Fred y a Mamá Barker en una casa de Ocklawaha, en Florida, en la orilla del lago Weir, donde nadaba el Viejo Joe, un gigantesco caimán que era una celebridad local. Fred llamó la atención de los paisanos la tarde que acribilló al bicho de una ráfaga de metralleta y lo dejó convertido en piel para zapatos. Los federales iniciaron un tiroteo con el jirón de la banda Barker que duró cuatro horas y se pulieron el presupuesto de plomo de un año. Los Barker, madre e hijo, acabaron llenos de agujeros y Hoover declaró que Mamá murió empuñando un fusil semiautomático Thompson. Además les inventariaron dos automáticas del 45, una del 38, dos escopetas del doce, un rifle Winchester y quince mil pavos en efectivo.
Mamá Barker tenía sesenta y dos primaveras cuando murió, con lo que es más que probable que el retroceso de una ráfaga de Thompson le hubiera hecho cisco la cadera. Hoover, en cambio, la difundió de arpía y de villana y aseguró que era ella el cerebro de la banda. Harvey Bailey, el Decano de los Ladrones de Bancos, declaró desde la cárcel que difícilmente Mamá Barker podría planificar un golpe cuando era incapaz de preparar un desayuno. Sin embargo la leyenda se sostuvo gracias a la novela de James Hadley Chase “El secuestro de miss Blandish” ( en la que Mamá Barker se convirtió en Ma Grisson) y a la película de Corman “Bloody Mama”, en la que Shelley Winters, cuando ya se estaba poniendo gorda, hizo una matriarca completamente tarada y desenfrenada en el sexo. Doc Barker murió a tiros en enero de 1939 cuando intentaba fugarse de la prisión de Alcatraz. Lloyd Barker el Rojo fue liberado bajo palabra del penal de Leavenworth y trabajó de cocinero en el campo de prisioneros de Fuerte Custer, en Michigan, durante la Segunda Guerra Mundial. Después encontró un trabajo de encargado en un asador en Denver, se casó, enmendó su biografía y en 1949 fue asesinado por su mujer, que acabó en un manicomio. Alvin Karpis el Horroroso cumplió 26 años de condena en Alcatraz, en donde le regaló una guitarra a Charles Manson, salió bajo palabra, fue deportado a Canadá y en 1972 se vino a tomar el sol a España, se instaló en Torremolinos y vivió como un sultán diciendo que había hecho negocio con el cambio de moneda. Murió en 1979 de un infarto y está enterrado en el cementerio de San Miguel de Málaga.
MARTÍN OLMOS