MARTÍN OLMOS MEDINA

El novio de la muerte

In El cañí, Hazañas bélicas on 22 de enero de 2013 at 13:39

El cabo Baltasar Queija de la Vega fue el primer legionario caído en combate y su muerte inspiró el himno no oficial del cuerpo

ILUSTRACION de MARTIN OLMOS

“Baltasar Queija de la Vega fue el trovador de la II Bandera y cantó, como el cisne, para luego morir”
JOSÉ MILLÁN ASTRAY

En la Legión no te preguntan si fuiste monaguillo o le zurraste una tunda al párroco para llevarte las perras del cepillo y fundirlas en un tablao y, además, el valor te lo suponen, cuando para otros oficios tienes que demostrar que tienes el graduado escolar. La Legión es industria de machos bravos, como el brandy Soberano y tirar el abrigo a un charco para que lo cruce una hembra que lo merezca, y al que no le guste que no mire. Como Hengist el Mercenario, la Legión quiere hombres “para la victoria, para el saqueo, para la corrupción de la carne y para el olvido”. En otros tiempos la Legión, como Jesucristo y al contrario que la naturaleza y el fisco, concedía otra oportunidad al pecador y allá se alistaban los torcidos para rectificar la biografía peleando al moro de África. Ya lo decía el refrán: los buenos al cielo, los malos al infierno y los regulares a Melilla. En la Legión se alistaba el mozo al que le había dejado la novia por un opositor a notarías y tenía el corazón partido y los que les partían el corazón a otros, generalmente a navajazos, y se cansaban de andar corriendo delante de la ley. Se intentaron alistar en 1952 Lorenzo Castro el Tartamudo y Antonio Pérez, dos de los célebres asesinos de las estanqueras de Sevilla a los que les escribió una novela Alfonso Grosso, pero les pescaron antes de firmar y los mataron en el garrote. Dejó escrito Millán Astray que una de las razones del alistamiento era “el apartamiento de la justicia, que tan dura es en sus modales”.

Desde su fundación en 1920, la Legión se alimentó de sumisión y coraje, pero también de propaganda, que recomendaba Millán JOSE MILLÁN ASTRAYque fuese oficial y literaria. La oficial, decía, debía glosar un porvenir de ascensos y ropa limpia y las primas de enganche, que eran de 500 pesetas por cuatro años y de 700 por cinco. Los carteles de reclutamiento decían: “La Legión os espera a los que aspiréis a la gloria, los que deseéis lugar de olvido, de redención y de lucha. Tendréis alimentación sana y abundante. Vestuario de buena calidad, práctico y vistoso. Justicia en el premio, cruces y medallas con pensión a los heridos”. La propaganda literaria tenía que difundir el romanticismo de las aventuras guerreras y también su barbarie y se mezclaba con las leyendas de hazañas bravías con las que terminaba pasando lo mismo que con las réplicas de Quevedo, que unas son ciertas y la mayor parte no, pero se seguían diciendo en los cuarteles.

El oso Magán y el menú de huevos
Leyenda de la Legión es la de la mascota del cuerpo, que antes que la cabra fue el oso Magán, al que llevaron tres tenientes de la IV Bandera a un baile en el casino militar de Ceuta y el bicho se cagó en mitad del salón y disolvió el festejo. Famosa fue también la cena que Franco ofreció al dictador Primo de Rivera en  Ben Tieb el 19 de julio de 1924. Franco era en aquella época teniente coronel y jefe de la Legión y Primo de Rivera estaba considerando la retirada de España de Marruecos y estaba empeñado en reducir el gasto militar. Aunque Franco lo desmintió en 1972, la leyenda cuenta que ordenó servir un menú consistente exclusivamente en huevos para mostrarle al dictador que era eso lo que hacía falta en África y le sobraba a la Legión.

El primer legionario caído en combate fue el cabo Baltasar Queija de la Vega, cuya muerte inspiró un cuplé que acabó siendo himno. Millán Astray dijo su historia de diferentes maneras, adornándola según su estado de ánimo, con lo que probablemente la infló al gusto legionario y le quedó un cuento entre naif y macho que disfrutó de mucho predicamento. Baltasar Queija de la Vega nació el 21 de mayo de 1902 en Minas de Riotinto, en Huelva, y se alistó en el Tercio Duque de Alba después de reñir con su novia. Le destinaron a la II Bandera el 9 de octubre de 1920 y ocupó plaza en Tetuán, en una guarnición acechada por el moro. Cuando llevaba poco tiempo en el campo recibió una carta de casa en la que le decían que su novia había muerto. Tenía prestigio de bravo y, sin embargo, lloró y le dijo a Millán: “Mi teniente coronel, ojalá que la primera bala que se pierda sea para mí”. No se sabe el criterio por el que Dios se rige a la hora de conceder las plegarias pero al cabo Queija se la atendió y la noche del 7 de enero de 1921, una bala de la cabila le mató cuando su escuadra replegaba la posición hacia los cuarteles del Zoco el Arbaá de Beni Hassán, al sur de Tetuán. El cabo Queija no rindió su arma al moro y la conservó, y en el bolsillo de su guerrera encontraron un poema que había escrito glosando a la Legión: “Somos los extranjeros legionarios/ El Tercio de hombres voluntarios/ Que por España vienen a luchar”.

Al principio fue el cuplé
La Legión tuvo su primer mártir, que además era poeta, casi un niño y padecía de mal de amores, y Millán Astray le lloró con sentimiento soltando viriles lágrimas por sus dos ojos que aún conservaba (cinco años después perdería uno de un tiro en la Loma Redonda que también se le llevó la quijada y la sonrisa) y le dio sepelio con el honor de héroe. La historia trágica del cabo Queija inspiró el cuplé “El novio de la muerte”, con música del maestro Juan Costa y letra de Fidel Prado Duque (que cuando acabó la EL CABO BALTASAR QUEIJA DE LA VEGAguerra del 36 se dedicó a escribir novelas del oeste con su nombre o con el alias de F. P. Duke)  y lo estrenó Lola Montes en el teatro Vital Aza de Málaga. La canción dice de un legionario misterioso que supo morir como un bravo y “cuando al fin lo recogieron,/entre su pecho encontraron /una carta y un retrato /de una divina mujer”. Cuando la duquesa de la Victoria la escuchó consiguió que la Montes la cantase en Melilla el 30 de julio de 1921, recién desembarcada la Legión en la ciudad para vengar la derrota de Annual. El cuplé se convirtió en el himno no oficial del cuerpo (el legítimo es “La canción del legionario”, con letra del comandante Guillén Pedemonti y música de Modesto Romero) y en 1952 el director de la Banda del Tercio, Ángel García Ruiz, adaptó su ritmo convirtiéndolo en marcha procesional que los legionarios cantan cuando levantan al Cristo de Mena.

A la socialdemocracia la Legión le sirve para mandarla a Afganistán pero le quiere arrinconar los folclores porque no los ve finos y no le gusta la exhibición de patillas, los menús a base de huevos ni la cabra. Ya no se lleva el Varón Dandy. En 2010 la ministra Chacón intentó cambiar el chapiri legionario por una boina granate, como de picador de tranvía, pero no lo consiguió. Chapiri es corrupción del francés Chaperot y desciende del antiguo gorro de cuartel isabelino. Y al párroco de la iglesia de Santo Domingo de Málaga, donde se guarda el Cristo de la Buena Muerte que se cargan al hombro los legionarios,  tampoco le gusta “El novio de la muerte” y el año pasado prohibió cantarlo en el triudo pascual por no considerarlo un himno  litúrgico. Se conoce que le gustaban más las canciones de Carlos Mejía Gogoy y las misas de guitarra y poncho.

MARTÍN OLMOS

  1. Reblogged this on Perdidos en el espacio (NJ3) and commented:
    Comprobando, comprobando… El primer «reblog». El novio de la muerte. El cabo Baltasar Queija de la Vega fue el primer legionario caído en combate y su muerte inspiró el himno no oficial del cuerpo.

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